28 de julio de 2009

YOGUI y no me refiero al OSO.


Ayer mientras estaba en clase de yoga pensaba en todo lo bueno que esta pràctica me ha aportado. Intentaba calcular la cantidad de años que llevaba asistiendo a clase y conté más de cuatro. También me concienciaba de la mejora durante todo este tiempo , tanto a nivel físico, en la realización de los ejercicios, como espiritual y anímico, en la capacitación cada vez mayor de interiorizar y separar mi mente del resto del cuerpo, entregando el protagonismo al corazón, y así abriendo paso a la intuición.
Al principio cuando empecé con el yoga no sabía muy bien qué era, tenía la necesidad de realizar algún tipo de ejercicio que calmara mi mente, aliviara mi angustia vital y me permitiera dormir toda la noche de un tirón. El yoga me pareció una buena herramiento pero he de admitir que mi perspectiva era muy limitada, el yoga es una filosofía de vida, la filosofía del equilibrio, la filosofía del SER.
Antes de empezar con el yoga el tipo de actividad que realizaba era aeróbica, clases de step, gimnasia con música, pero me parecía todo muy agresivo, precisaba algo más tierno, más amable. El yoga me lo pareció aunque he de admitir que si te da la sensación que físicamente no haces nada, con la pràctica, el cuerpo se vuelve flexible y aprendes a concienciarte de TODA tu dimensión, por dentro y por fuera. Con las posiciones descubres músculos, rincones de tu anatomía que no sabías ni que existían. Esta concienciación consigue de forma inmediata que te cuides muchísimo más, que te quieras muchísimo más, cada milímetro de avance en una posición es una victoria, y la respiración consciente literalmente te alimenta, tu ansiedad disminuye, y la voracidad a la hora de comer desaparece. El conocimiento que alcanzas de tu cuerpo te permite corregir por ti mismo cualquier malestar muscular y también anímico, tomas las riendas de tu existencia.
Todos en clase esperamos esos 75 minutos dos veces por semana, en los que dejamos apartados los pensamientos, preocupaciones, deberes, actividades, malos rollos, peleas, tareas, y disfrutamos de la forma más natural ese preciso presente. Con el tiempo las clases han avanzado a una forma más espiritual, con meditaciones después de ejercitar el cuerpo, en ese estado alcanzas el Cosmos, algo que definiría como un estado de paz total, y es en ese estado cuando tienes las mejores inspiraciones, tomas las mejores decisiones y encuentras respuesta natural a tus cuestiones más íntimas.
El silencio y el “reunirme conmigo misma” forman parte de mi SER, el yoga ha contribuido a ello, ha sido parte de mi sendero vital, sendero a veces complicado, al contrario de lo que la mayoría piensa, hacia EL INTERIOR. Es allí donde reside la auténtica riqueza, la que no puede desaparecer, la que ES.

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